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Cuando tenía un blog o por qué nunca debería[mos] dejar de escribir.

Con mis compañerxs de trabajo coqueteamos con la idea de tener un blog. A decir verdad, coqueteamos con varias ideas. Por ejemplo, hacer uno o más cortos: la imposibilidad de levantarse de la típica   silla con rueditas oficinesca y que tengas que llegar al subte en ella, cantando Ópera. O formar una banda: Los Storni’s creo que fue el primer nombre y Campoludo Negro uno de los últimos. O poner un bar, de ese si me acuerdo el único nombre que tuvo: el Alto Tribunal, con tragos y platos especiales nombrados como los jueces/juezas de las distintas conformaciones de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El punto es que fantaseamos con la idea de escribir, de escribir un blog: Infobardo. Hoy saqué el dominio de ese blog, en la plataforma blogspot.es. Supongo que pronto estará lleno de cosas interesantes. Para sacar ese dominio exploré también Blogger. Cuando la abrí pasó algo muy curioso: noté que yo ya tenía un blog. De hecho, tengo dos, pero sólo este tiene entradas. Leí entonc

Indignación de un sábado por la noche o Cómo hacer para no salir a patear tachos y prender fuego un bondi cada vez que leés idioteces

El otro día un amigo escribió algo que me pareció fantástico:   “Para los homofóbicos: Dos tipos de la mano y besándose, implican dos mujeres más disponibles… ¿Felices?” Coincidentemente, hoy, a través de una publicación de una gran amiga, leí algo que me hizo rememorar mis peores épocas de intolerancia. Las épocas en las que escuchaba o leía algo que despertaba en mi los instintos asesinos más voraces y pensaba “si es mundo es eso, que pongan una mega bomba nuclear que nos lleve a la concha de la lora a todos, porque, honestamente, esto así es una mierda”.   Es un “artículo”, si pudiéramos denominarlo de ese modo, sobre la homosexualidad. “Ideas rápidas acerca de la homosexualidad”. Mi indignación y repudio por lo allí expuesto sólo fueron en aumento a partir de su lectura. Se refería a la homosexualidad como una “tendencia” una “falta a lo natural” asimilable a una enfermedad y otros supuestos que, no obstante ser   de igual o mayor “sutileza” discriminatoria e ignorante, son irre

Orgullo y prejuicio (más prejuicio que orgullo) o porqué renegar de tu pasado implica negar tu presente

Cuando la vi me sorprendió lo prejuiciosa que podía llegar a ser, sin siquiera notarlo. Petisa, flaca, narigona (muy), pero eso no era lo llamativo. Enseguida me hizo recordar a algo, en ese momento no supe bien que. Venía, según lo que pude entender, del colegio, más precisamente del Nacional Buenos Aires, dato que, de por sí y sin necesidad de explicaciones que lo justifiquen, me provocaba la más acérrima repulsión. La enemistad con el Pelle es legendaria y trasciende las fronteras de edad, sexo, convicciones políticas y gustos favoritos de helado. Mi primera impresión al ver a algún alumno o graduado del Buenos Aires es la desconfianza. Luego, la misma podrá ser puesta a prueba y aceptaré cualquier indicio que me permita pensar lo contrario, pero, en principio, desconfío. La cuestión es que ella estaba allí, con sus amigos o compañeros de curso, hablando de algo que no llegué a oír porque ese día si me había encargado de que el aparatito de música estuviera cargado. Su pelo estaba

Tribulaciones de un martes a las 7 de la tarde o porque jamás tenés que olvidarte de cargar el aparatito para escuchar música

Martes. 6:55 pm. Pueyrredón y Corrientes. 542 vehículos. Colectivo 62 (o 61, nunca me acuerdo). Estaba comenzando a escuchar los brillantes acordes que dan inicio a  The Immigrant Song  (pan-para-baran paran-para-baran). Me encontraba a punto de empezar a oír el orgásmico alarido de Robert Plant cuando el aparatito se apagó. Así, sin más. <Concha de la lora> Resignada, me quité los auriculares y junto al endemoniado aparato los guardé en el morral. Sin aparatito, no hay nada que hacer hasta Jujuy y San Juan, donde me tomo el subte, ya que las cervicales del carajo, heredadas de mi madre, no me permiten leer en el colectivo. Un niño lloraba en la parte de adelante del bondi. Pronto me daría cuenta de que ese niño iba a ser la menor de mis incomodidades. -       Boluda, si no la promociono me mato. De mi derecha (estaba sentada al fondo, a la izquierda) surge una voz metálica, nasal, aguda, horrible y, lo peor de todo, con un volumen sensiblemente más alto que el de la radio q